Estados Unidos
BUCK ROGERS EN EL SIGLO 25
Categoría: Comics
BUCK ROGERS IN THE XXV CENTURY
El joven Anthony "Buck" Rogers, al explorar una mina cerca de Pittsburgh, queda en animación suspendida tras haber inhalado un gas, y despierta quinientos años más tarde, en un mundo (¡invadido por los mongoles!) que él no reconoce y que hoy, insisto, nos parece deformación y exploración de las filias y fobias de su presente. Durante mucho tiempo, la tira fue cambiando la fecha de su título para hacerla coincidir con el año real de publicación, sólo que adelantado cinco siglos, hasta ser por fin conocida simplemente como Buck Rogers in the XXV Century.
Ciclópeas máquinas cuajadas de remaches que vuelan con improbable ingravidez, peligros asiáticos y mutantes atigrados, femmes fatales y precursoras del women´s lib que durante algún tiempo funcionan como Beatriz para el Infierno que Buck descubre, ciudades flotantes y rayos de la muerte: la magia del género en su apogeo, todos los horrores de la Primera Guerra Mundial remozados y alertando, sin saberlo pero presagiándolos, de los horrores que vendrían en la Segunda. Hoy no puede leerse este tebeo (en el caso de que pudiera encontrarse, empresa imposible) sin sonreír ante los videoteléfonos, los uniformes, los viajes a Venus o a las lunas de Saturno, las mochilas voladoras o los cuadros de mandos de las naves. Julio Verne revisitado a partir de la tecnología de los años veinte/treinta, un delirio casi pop entre Tesla y Edison, en los tiempos en que Lindberg aún no había cruzado el Atlántico en solitario y el futuro lejano prometía cualquier cosa.
Ciclópeas máquinas cuajadas de remaches que vuelan con improbable ingravidez, peligros asiáticos y mutantes atigrados, femmes fatales y precursoras del women´s lib que durante algún tiempo funcionan como Beatriz para el Infierno que Buck descubre, ciudades flotantes y rayos de la muerte: la magia del género en su apogeo, todos los horrores de la Primera Guerra Mundial remozados y alertando, sin saberlo pero presagiándolos, de los horrores que vendrían en la Segunda. Hoy no puede leerse este tebeo (en el caso de que pudiera encontrarse, empresa imposible) sin sonreír ante los videoteléfonos, los uniformes, los viajes a Venus o a las lunas de Saturno, las mochilas voladoras o los cuadros de mandos de las naves. Julio Verne revisitado a partir de la tecnología de los años veinte/treinta, un delirio casi pop entre Tesla y Edison, en los tiempos en que Lindberg aún no había cruzado el Atlántico en solitario y el futuro lejano prometía cualquier cosa.